En estos días se cumplen 21 años
de mi primer trabajo sobre Carriches, una primera historiografía carrichana que
sólo publiqué para la familia, y de la que tengo muy buenos recuerdos. Un gran
trabajo de recopilación, miles de horas de trabajo en diferentes archivos.
Ese gusanillo por esta ciencia
humana surgió en el Colegio San Gil de Torrijos, de manos de mi maestro D.
Julio Longobardo, y se vio aumentada ya en el Instituto Alonso de Covarrubias
por otro de mis profesores de Historia, Florencio Huerta.
Después de ese curso, 3º de BUP,
las investigaciones, cartas a los diferentes archivos, fotocopias de
documentos, se hicieron muy comunes y necesarios en el devenir diario.
Muy pronto me llamaron para
participar en la redacción de El Pregonero, el libro de las fiestas de
Carriches, que por aquel entonces repuntaba en contenidos.
Buen ojo tuvo D. José Talavera,
por entonces párroco de Carriches y encargado de escribir sobre la historia
local, al encargarme el primero de mis artículos sobre la historia para El
Pregonero de 1995: El órgano actual de la Cátedra de San Pedro.
Esa entrega y dedicación tuvo la
primera de las recompensas, y no vino de manera oficial por ninguna
institución, sino por la Asociación Cultural “Los Carrichanos” en agosto de
1996 que me entregó una placa “en agradecimiento a tus trabajos realizados
sobre la historia de Carriches”.
Con sumo respeto, al año
siguiente, me dedicaron en El Pregonero un artículo, en el que me daban la
bienvenida a la inacabable tarea de servir a los demás. A la vera de La Encina,
maduró la pluma de mis trabajos, mientras ya se estaba fraguando en ese tiempo
la primera de mis publicaciones: realizar una crónica del acontecimiento
histórico más importante de Carriches, la concesión del título de Villa.
Revisando los documentos me di
cuenta de la fecha de la concesión, y que el 27 de noviembre de 1999 se
cumplirían 250 años, y encima era sábado. Una oportunidad de celebrarlo por
todo lo alto.
Todas esas ideas, ilusiones, el
proyecto realizado, dieron lugar al nacimiento de la Asociación Patrimonio
Cultural Villa de Carriches, allá por el año 1997, y la publicación de la
Revista Cultural Adovea, una de esas “hijas” amada y cuidada con detalle.
Pero llegó el momento más
importante, la celebración del 250 Aniversario del Real Privilegio de Villa, y
con él mi primer libro en 1999.
Mucho trabajo, grandes sueños,
importantes esperanzas, algunos desengaños, organizando un extenso programa de
actos para ese aniversario, que se vino abajo, cual castillo de naipes al soplo
de un mal viento.
Apartado de las celebraciones
oficiales, tuvimos que organizar el acto de presentación en el Colegio de
Carriches, ya que el nieto del tío Nino y la tía María o del tío Benito y la
tía Tomasa, que tanto monta…, no tenía la suficiente “categoría” para hablar
del Privilegio como podría tener el Presidente del CSIC, a pesar de conocerme
al dedillo el dichoso documento.
Con la asistencia de mi familia,
mis amigos, incluso D. Julio Longobardo, realizamos la presentación de “En
Testimonio de Verdad”. El Conde de Orgáz tuvo el acierto de presentarse por
sorpresa, y me agradeció personalmente el gran trabajo realizado.
Fue todo un éxito, de público, de
ventas (se agotaron todos los ejemplares), y lo más importante, el
reconocimiento que las instituciones quisieron arrebatarme para mayor gloria de
sus representantes, me fue concedido por la gente del pueblo, los lectores, que
son los que se interesaron por mi trabajo.
Desde entonces he seguido
acercando el pasado común de los carrichanos hasta el presente, mediante
artículos, publicaciones, entrevistas, etc. Porque cuando las tradiciones
orales se van perdiendo a medida que los pueblos crecen, cuando los pequeños
sólo escuchan a los abuelos cuando van a por “la paga”, cuando las fotos
antiguas han desaparecido de nuestros cajones para dar paso a las viejas
tecnologías... es entonces cuando cobran toda su importancia los encargados de
documentar los tiempos presentes para que en el futuro sean recordados y no se
olviden.