Cuando
el frío ha llegado de repente a nuestras vidas, a los pocos días de que la
Señora del Encinar carrichano haya subido hasta su retiro invernal en su
ermita, junto al cementerio, se destapa el mes de noviembre, señalado desde
tiempo inmemorial para el recuerdo de los difuntos.
Evocaremos
la memoria del pasado, de los miedos y silencios terroríficos; clamores de
campanas anunciando la noche oscura de los Santos, noche de finados, a la
sombra de la oscilante luz de una vela. En definitiva: la muerte se nos
presenta en el recuerdo a los difuntos.
Este
artículo que ahora os presento es una mínima parte de un extenso estudio que
vengo realizando desde hace varios años en la Villa de Carriches. Y aunque el
tema no sea de lo más interesante en un principio, la infinita documentación
existente en los archivos llevó a preguntarme por aquello que ha ocupado al ser
humano de todos los tiempos: la angustia de la muerte.
Pero
que nadie se asuste; sólo pretendo recoger la repercusión que esta realidad ha
configurado en la vida de este pueblo durante muchos siglos: comportamientos,
ritos, tradiciones… Cada pueblo, ante la propia razón de la muerte, común para
todo ser viviente, va formando unas prácticas y unas acciones que, con el
tiempo, pertenecerán a su propia cultura.
Para
ello he preguntado a los carrichanos qué prácticas perviven en su memoria,
intentando rebuscar entre la documentación histórica su propia confirmación. De
este material se ha podido descubrir una realidad socio-cultural que nos hará
entender las diferentes épocas y sus correspondientes tradiciones.
También
os mostraré las aspiraciones que permitirán conocer cómo la muerte era una
realidad natural entre los vecinos de Carriches. Se analizarán los ritos reunidos
a lo largo de la historia y las creencias para prepararse a bien morir; los
ritos funerarios y el recuerdo permanente de los difuntos; las ideas
fundamentales que surgieron a través de la Cofradía de Ánimas de Carriches en cuanto a su
memoria solidaria.
Con
la aportación de significativos testamentos de diferentes siglos (XVI, XVII,
XVIII y XIX) y de las Constituciones de Ánimas conoceremos de primera
mano las principales referencias documentales que se aportan.
Pero,
como adelanto, os presento una pequeña parte del mismo, sobre los toques de
campanas, tan tradicionales en estos días.
Los
toques de campanas siempre han estado unidos al tema de la muerte. Era el
verdadero sonido de la muerte, el que se difundía desde las torres de campanas
de las parroquias.
El
toque de Ánimas avisaba a los vecinos de que tenían que rezar alguna oración
para salvar las almas de los fieles difuntos del Purgatorio. Pero no sólo ese
era su significado: las campanas marcaban el proceso mortuorio, desde la agonía,
al entierro, y después los funerales.
Esta
costumbre, regulada por las Constituciones Sinodales del arzobispado, mandaba
dar cuatro clamores y no más: “el uno cuando avisan de la muerte, el segundo
cuando sale la Cruz y los clérigos por el difunto, el tercero cuando entrare el
cuerpo en la iglesia y el cuarto cuando dicen el responso para ponerle en la
sepultura”.
Hubo
épocas en las que el tañido duraba toda la noche, la “noche de clamores” en la
noche de finados, o cuando el fallecido era un hermano cofrade de Ánimas.
Pero
esto es ya otra historia…
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