Después de fundada la
Ciudad de San Cristóbal (Venezuela) por Juan Maldonado Ordóñez y
Villaquirán en 1561, los Padres Agustinos deseaban cristianizar a los indios
Táribas y enviaron a dos religiosos de su convento con sus breviarios y una
tabla con la imagen de Nuestra Señora de la Consolación. Los dos padres
llegaron entrada ya la noche a la zona donde hoy está la Basílica de
Ntra. Sra. de la Consolación, en donde fijaron a una caña la milagrosa
imagen y a su tiempo emprendieron la misión evangélica. En aquel lugar
levantaron una Ermita donde oficiaban la Santa Misa.
Años después, los indios
Guásimos y los Capachos hicieron una irrupción contra los indios Táribas, que
huyeron del lugar, junto a los Padres que volvieron para su convento de San
Cristóbal. Una mujer se llevó la Imagen a su casa y la colocó en un
altar, pues era india cristiana. Dice la historia que desde los campos de
Machirí y Pueblo Nuevo veían por la noche iluminada la casa de la mujer y
venían a ver lo que sucedía...
Fue en casa de Alonso
Álvarez de Zamora, uno de los primeros pobladores de Táriba, quien residía allí
con su padre dedicado a las faenas agrícolas. Tenía visita Álvarez de Zamora,
pues estaban pasando el día con él algunos amigos que habían acudido aquel día
de San Cristóbal. Uno de los visitantes era el joven torrijeño Juan Ramírez de
Andrade, que andando el tiempo sería Alférez Real de la ciudad de Pamplona
(Colombia) a muy pocos kilómetros.
Mientras los adultos
hablaban, los jóvenes decidieron organizar una partida de bolas. Tomaban parte
en el juego el mencionado Ramírez de Andrade y tres de los hijos del anfitrión,
a saber Jerónimo de Colmenares, Alonso Álvarez de Zamora y Pedro de Colmenares.
Durante el transcurso del juego se les rompió una de las paletas que usaban
para el mismo. La búsqueda de alguna tabla, con la que pudieran suplir la
paleta rota, los condujo a la despensa de la casa, en la que se guardaban las
cosechas. Allí encontraron una tablilla que parecía haber sido imagen, a juzgar
por la guarnición que aún conservaba; pero ni la guarnición estaba barnizada,
ni se podía distinguir figura alguna. Decididos a partirla, la golpearon sin
éxito contra una piedra. Intentó lo mismo Jerónimo con un cuchillo. Salió en
ese momento de la casa la madre de los muchachos, Leonor de Colmenares y,
airadamente, los regañó por la irreverencia que estaban cometiendo contra la
que ella conocía que había sido imagen sagrada; quitándosela, volvió a
guardarla en la despensa, colgándola de una estaca en la pared. Era poco
después del mediodía.
Hacia las cuatro de la
tarde, con sorpresa, advirtieron que la despensa resplandecía como si se
hubiera incendiado. Corrieron todos, ansiosos, para apagar el fuego que parecía
amenazar toda la casa; pero mayor fue aun su sorpresa cuando cayeron en la
cuenta de que la luz brotaba de la tabla, y que en ella aparecía, claramente
dibujada, la imagen de Nuestra Señora, bajo la advocación de La Consolación.
En la actualidad, la
pequeña ermita construida en la despensa del maíz se ha convertido en una
basílica menor, declarada como tal por el Papa Juan XXIII, el 23 de Octubre de
1959.
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